miércoles, 11 de junio de 2008

Nanocuento I


Escepticismo

¿Así que tú eres Dios? Bueno, en ese caso yo soy Elvis.

lunes, 9 de junio de 2008

Hechizado por el Niño que Vivió


Cuando la gente te ve constantemente con una novela en la mano. Cuando eres un niño que debería estar corriendo con sus primos en el patio, mas te encuentras en la última habitación de la casa sumido en el silencio y tranquilidad de una adicitiva lectura, comienzas, sin una previa intención, a formar una imagen de ti mismo en la cabeza de quienes te rodean: "El pequeño lector empedernido". Uno se conoce mejor que nadie y sabe que los pensamientos no los destina únicamente a las novelas ni anhela obtener sólo nuevos libros. El hecho es que eres un niño y, como tal, alucinas con las figuras de acción, juegos de mesa y pistas de carrera. El disfrutar de un buen libro es, talvez, la única forma que haz encontrado de saciar esa sed de adentrarse en vidas ajenas mucho más apasionantes que la propia. Aquella necesidad de, a ratos, dejar de ser tu y pasar a ser un ente intangible acompañante de aventureros personajes en peripecias que tu nunca serías capaz de realizar. Para aquello muchos pares encontraron la consola, tu solo pudiste acceder a un buen libro.




¿A qué quiero llegar con todo lo dicho?, bueno, es fácil descubrir que aquel niño en el fondo de la habitación muchas veces fui yo. Y también muchas veces odié verme allí, solo y dando constantes explicaciones de la trama de mi lectura a quien irrumpiese en la pieza, pero me era inevitable hacerlo: ¿cómo despegarse de Harry Potter cuando porfín comprendió que la piedra filosofal se encontraba resguardada por el perro de tres cabezas? Al menos hasta hoy, me parece una difícil tarea. ¿ O acaso es fácil ir al baño en el cine en mitad de la función?


El punto es que allí estaba yo, devorando página por página y con profundos sentimientos encontrados ante la persepctiva de la inminente llegada del capítulo final. Allí estaba yo mientras afuera había al menos ocho niños, entre primos y hermanos, liberando energías de manera descontrolada a travès de una apasionante "Pinta" o "Botellita envenenada". Allí estaba yo, sólo, no por decisión propia, sino porque a Hermione se le ocurrió, justo en esa página, dejarle las pistas a Harry y Ron para descubrir la naturaleza del mounstro que resguardaba la Cámara Secreta. Yo solo era un pequeño condenado a aquellas cuatro paredes. Un "pequeño lector empedernido" puesto a merced de las páginas de esa novela. Desgraciadamente el entorno no lo comprendía. En especial el entorno familiar: ese grupo de gente prejuiciosa que cuando te veía salir de la habitación solo atinaba a decir: ¿Y qué tal el libro?, a ver ¿qué estará leyendo ahora el José? o, !ya se que regalarle al José para su cumpleaños!... !No!, daban ganas de gritar. !No, no quiero un libro!, !Tengo nueve años, quiero golosinas, quiero juguetes! Sin embargo no había vuelta atrás. Cada uno crea la imagen con la que el resto se quedará de uno y , creanlo o no, hasta hoy ese grupo de gente cree estar tratando con el "pequeño lector empedernido".




Sin embargo, la vida te empieza a enseñar que nada, absolutamente nada es completamente malo. Quien llegue a leer esto espero que nunca olvide la, tal vez, mejor enseñanza que puedo dejar: de todo puedes sacar provecho. Y eso fue exactamente lo que hice, mientras duró. Porque la, talvez, segunda mejor lección que puedo dejar a mis fieles lectores imaginarios es que nada, absolutamente nada, dura para siempre. Sin embargo en el momento de mayor esplendor en el funcionamiento de ese disfraz de "pequeño lector empedernido" tus padres no pueden quejarse de que realices aquel acto tan sano que es el leer: no te arriesgas a ningún tipo de accidente mayor (si consideramos un accidente menor el cortarse con una hoja), no te contagias de ninguna enfermedad, amplías tu vocabulario y velocidad lectora, en fin, difícilmente recibirás un no como respuesta y, en aquel contexto, fue en el verano del año 2000 en que una página de la revista TU recién comprada por mi hermana me presentó una trilogía que comenzaba recién a aparecer en los estantes de las librerías nacionales. Su nombre era Harry Potter y sus tres volúmenes llevaban los nombres de "La Piedra Filosofal", "La Cámara secreta" y "El prisionero de Azkabam". Así es, aquella novela no fue mencionada tantas veces en este texto sin premeditación. Harry Potter me cautivó desde que vi la fotografía en aquella revista, una revista para juventud femenina, por lo demás. ¿Qué me atrajo de aquel libro?, no tengo ni la menor idea. Lo único que tenía claro era que debía llegar a mis manos y bueno, ¿quién se lo iba a negar a aquel "pequeño lector empedernido"? Al menos mis padres no fueron capaces.


A la edad de 11 años (la misma que tenía el pequeño Potter en el comienzo de la saga), llegaron aquellos libros a mis manos. Mi padre llegó, como era costumbre, como a las 8 de la tarde de su jornada laboral. Me encontró en la cocina y sacó de una bolsa los tres libros pegados con un envoltorio transparente adhesivo (en aquel entonces eran una promoción). Inmediatamente (lo recuerdo como si fuese ayer) corrí a mi habitación y me quedé dormido con el libro envuelto entre las sábanas. Lo más probable es que Tío Vernon, Lechuzas y Boa Constrictor eran los conceptos que se encontrarían al día siguiente al retomar la lectura.


Así comenzó algo que yo nunca imaginé se extendería por tanto tiempo. De esa manera conocí al niño chascón y de lentes (muy similar a mis características de aquel entonces) de mi misma edad. Desgraciadamente la carta con la invitación a ser parte de la escuela de magia y hechizería a mí nunca me llégó, de modo que no me quedó otra que conocerla a través de los ojos de Harry Potter, el niño que vivió.


Lo acompañé al enfrentarse en la partida de ajedrez gigante, al volar por Inglaterra en un auto volador y al defenderse de cientos de dementores. Estuve allí cuando una mujer rechazó su invitacíon al baile navideño y también cuando la besó al año siguiente. Lo acompañé en el dolor de entregarle el difunto cuerpo del joven Cedric Diggory a sus padres así como lo vi enfrentar el fallecimiento de seres de tan distinta jerarquía como un Elfo Doméstico y el Director de Hogwarts sin embargo ambos, talvez, dos de los seres que más lo quisieron. Asímismo tuve que acompañarlo cuando su padrino lo abandonó en cuerpo y alma.


Estuve allí en todos esos eventos porque comprendí que no podía ser de otra manera. Hay novelas que puedes dejar cuando se te de la gana. Puedes apretar "pause" a la cinta y no retomarla nunca más. Pero, también existen otras historias. Otras vidas que te comprometen. Como si al abrir por primera vez la novela un conjuro me hubiese atado a aquellas páginas para siempre. Un "juro solemnemente que mis intenciones no son buenas" talvez pasó por mi cabeza sin intención. Talvez simplemente aquella primera generación de "potteradictos" no llegó al libro por casualidad. Tal vez el libro llegó a nosotros. Lo único que se puede asegurar es que aquellos que no tuvieron que ver la película para tomar la novela, aquellos que no jugamos el juego de video antes de oir un "Alohomora", no estuvimos solos en aquella habitación al fondo de la casa. Estuvimos todos conectado de alguna manera. Mientras nuestros pares jugaban a la pelota nosotros formábamos todos parte de un gran equipo de Quiditch en un partido que duró mucho tiempo. Muchos años para algunos, otros menos para otros, aproximadamente nueve años para mí. Así es, nueve años viviendo en un mundo de ficción. ¿Qué hay detrás de eso?, un "pequeño lector empedernido", me dirían algunos, un gran ñoño, me dirían otros. Lo que yo les digo a ellos es simplemente magia. Así es, como oyen, nada más ni nada menos que magia.



domingo, 8 de junio de 2008

El dueño de este blog.


El dueño de este blog fue bautizado hace 18 años con el nombre de José Manuel. Es, básicamente, una buena persona. Un joven distinto, la verdad. Pero no de temer. Va a misa cada domingo. No tiene malas intenciones y la verdad odia poca cosas. Lo cual no quita que no le gusten ni agraden bastantes,mas difícilmente llegue al nivel de odiarlas. Lo último que ha descubierto no gustarle es, entre otros,

-Vaca y Pollito.

-Vivi Kreutzfrotenverguer.

-Catalina Palacios.

-Nacho Gutiérrez.

-Los argentinos, escepto los músicos.

-El jugo que dan en el casino de la U.

-Francisco Vidal.

-La Concertación.

(Esta lista se actualiza conforme le desagraden nuevas cosas)



Hace mucho tiempo descubrió ser una especie digna de estudiar criptozoológicamente: pertenece al género masculino y no le gusta el fútbol (así es, no le gusta, y vive en Chile, ese país que se paraliza con la muerte de un comentarista deportivo e invierte más de 100 millones de dólares en estadios para recibir el mundial de fútbol femeninio). Sin embargo ha aprendido a vivir con eso,ya que comprendió que no gozar con una cerveza en la mano mientras observa a 11 compatriotas perseguir un balón es sólo una parte de una condición construida por la sociedad para apuntar con el dedo a una antiquísima minoría pisoteada por mucho tiempo. No le ha sido fácil aceptarlo, mas ha logrado salir de aquel closet. No, no es un closet rosado, es un closet tapizado con stikers de star wars, harry potter, juguetes de colección y cómics. Es el closet del ÑOÑO. Así es,no se sabe por qué, pero hoy lo puede gritar a los 4 vientos. José Manuel es un Ñoño. Pero tranquilos, como todo ñoño, José es una buena persona.