Siempre, en aquellas situaciones, se repetía lo mismo: su zona abdominal se contraía, sonaba, parecía ejercer presión sobre el resto de los órganos incomodándole intensamente.
De pronto percibió que, de un modo descontrolado, hacía frotar una mano contra la otra y ejercía palanca a cada uno de sus dedos hasta que sus articulaciones sonaban. Se miró las manos sin verlas realmente. Su mente no estaba en aquel lugar, en aquel robusto cuerpo sentado en esa banca frente a la colosal grúa de la cual, en pocos minutos, descendería un individuo a indicarle que su turno había llegado.
De pronto percibió que, de un modo descontrolado, hacía frotar una mano contra la otra y ejercía palanca a cada uno de sus dedos hasta que sus articulaciones sonaban. Se miró las manos sin verlas realmente. Su mente no estaba en aquel lugar, en aquel robusto cuerpo sentado en esa banca frente a la colosal grúa de la cual, en pocos minutos, descendería un individuo a indicarle que su turno había llegado.
Bajó la mirada a sus piernas para pensar en otra cosa y advirtió que ambas rodillas tambaleaban, cada vez de forma más brusca. De inmediato atinó a presionar con fuerza sus manos contra sus muslos, pero la medida fue inútil, sus extremidades seguían temblando.
Talvez ya no estaba cansado. Sí, eso debía ser, sus piernas le suplicaban estirarse y desplazarse un rato. Se puso de pie de un salto sintiendo, en el acto, que varias gotas de sudor descendieron por su rostro. Se las secó con la manga del polerón y comenzó a caminar.
Las apuestas ya estaban hechas, de modo que si no cumplía con su parte del acuerdo perdería dinero que requería y algo más de aquel con el que no contaba, por lo que arrepentirse ya no era una opción barajable. En segundos, un sujeto lo guiaría hasta una rampa que ascendería por el costado de la grúa, debería equiparse de arnés y otras herramientas y lanzarse al vacío. Superando, obviamente, un pequeño detalle: su pánico a las alturas.
Miró sobre su hombro la imponente maquinaria que ascendía hasta más allá de las nubes y se sintió increíblemente pequeño. Sus tripas sonaron y su intestino manifestó querer expulsar algún material. Tanteó su entorno con la mirada y descubrió que nada similar a un baño aparecía en la lejanía.
Fijó su mirada en la base de la grúa y observó que el momento había llegado. El sujeto que lo llevaría a las alturas se aproximada. Sintió ganas de llorar y a continuación pánico, mucho pánico.
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