miércoles, 1 de octubre de 2008

La Compuerta de Acero

-Segunda Parte-


"Sígueme- me interrumpió mi abuelo- llegó el momento de que comprendas todo."




En la cocina me pareció que el tiempo avanzó con más calma. Mi abuelo acomodó dos sillas-una frente a la otra- me invitó a tomar asiento y empezó a relatar…
“Alrededor del año 2009, cuando yo tenía 16 años, un misterioso hombre que se hacía llamar Alexander Solyenitzin logró sacar adelante un nuevo partido político; El Partido Igualitario. En tiempos en que la igualdad era la bandera de lucha más representativa entre la juventud y la gran mayoría de la ciudadanía, no le resultó una tarea muy ardua conseguir un sinnúmero de adeptos.
“Con gran carisma, se presentó como candidato a la presidencia para el año 2010 y fue durante aquel recorrido propagandístico, a lo largo del país, en que lo conocí en persona.
Sobre un improvisado escenario en una plaza de la localidad de Laja, de la octava región, lo encontré vociferando, frente a un reducido número de oyentes, acerca de conceptos como: una educación igualitaria para todos, un derecho igualitario a acceder a los servicios básicos, un trato igualitario a mujeres y hombres, condiciones igualitarias para las regiones frente a la capital y un acceso igualitario al entretenimiento. Por supuesto que su perorata embobó a aquel joven idealista y a los tres días me inscribí como militante de su partido político.
-Como haz de saber, Carlos-continuó diciéndome mi abuelo- Solyenitzin o La Hormiga, como lo debes reconocer mejor, ganó el sillón presidencial y el año 2010 comenzó su mandato.
“El apodo de La Hormiga, no se lo ganó de forma gratuita; en cada discurso presidencial solía realizar aquella extraña alegoría de nuestra sociedad como un gran hormiguero. Solía alabar aquella comunidad perfectamente organizada y estructurada que habían creado las hormigas y, entre risas, hacía llamados a ir acostumbrándonos a la idea de cada día ser un poco más hormigas y menos humanos, ya que sólo así se consigue igualdad.
-Me parece muy interesante- fingí ante mi abuelo al ver que su historia no me llevaba a ningún lado- pero, ¿qué tiene que ver todo eso conmigo?
-Tiene mucho que ver, hijo mío. No seas tan impaciente.
“Bueno, como te explicaba, en pocos años la ciudadanía comenzó a advertir actitudes demasiado extrañas en su poder ejecutivo. Por supuesto, muchos de los miembros del partido quisimos retirarnos, mas las misteriosas desapariciones de algunos colegas que habían desertado empezaron a crear un terror colectivo al interior de la agrupación.
Resignado a ser parte de aquello de forma indefinida, tuve que ver cosas terribles, especialmente desde el año 2015 en adelante, el año en que me alisté en las F.P.P.I- Fuerzas Policiales Pro Igualdad.
-¿Qué tu te alistaste en qué?- exclamé, sin poder disimular el asombro.
-Lo que haz oído hijo mío, pero permíteme llegar a “La Verdad” que necesito comunicarte.
Al ver entrar, muy acelerado, a mi padre a la cocina y llevarse unos cuantos cubiertos, recordé que en pocos minutos ellos se marcharían de casa.
-¡Sí!, porfavor, abuelo. Explícame porqué mi familia me deja.
-Aquello no es exactamente La Verdad, hijo mío, es sólo una consecuencia de la misma. Lo que te comunicaré a continuación, es un secreto que, hasta hace poco rato, cuando te despertaste con el sonido del rock pesado en los oídos, solo conocíamos tres viejos. Ahora sólo somos dos.
-¡Pero abuelo!- grité exasperado- ¡no te des más vueltas, por favor! Y no me generes más confusiones. ¿Qué es eso de Rak pesado? En pocos minutos se activará la M.A. (Melodía para la Actividad) y no podré oir nada de lo que me dices.
-Justamente a eso apunta “La Verdad”, hijo mío-repuso mi abuelo.
“Antes de que La Hormiga diera la orden de ITI (Incauto de Tecnología Ilícita), todos los ciudadanos- continuó mi abuelo haciendo énfasis en la palabra todos- absolutamente todos, podían agrupar las melodías que quisiesen en pequeños aparatos llamados Reproductores Portátiles, ordenarlas, también a nuestro gusto, conectar los reproductores a los oídos mediante cables conocidos como Audífonos y oír lo que se nos diera la gana a la hora que sea- finalizó mi abuelo haciendo énfasis, esta vez, en la palabra sea.

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